miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bodies

No la amaba: la idolatraba. Ella fingía no darse cuenta, disfrutando pudorosa del halago. Pero él deseaba que ella entendiera cuánto la quería. Por completo. Le enumeraba cada parte de ese todo que lo obsesionaba. Empezó haciendo listas de las virtudes de su alma. Ella reía, siempre escéptica ante lo abstracto. Nervioso ante la duda de quien le robaba el sueño, decidió ser más concreto y dibujó de memoria partes de su cuerpo para convencerla de la verosimilitud de su adoración. Unidas formaban el todo que le enloquecía. La respuesta: de nuevo esa incrédula sonrisa. ¿Por qué ella no se quería como la quería él? ¿Acaso no era consciente de su majestuoso cuerpo? Cada una de sus maravillosas piezas contribuía a ese arrebatador encanto. ¿Por qué no se daba cuenta?

Entonces supo la solución: analizándola de un modo más físico y preciso, le haría ver cada parte por entero. Ella no tendría más remedio que admitir su realidad. Así fue como él se compró su primera sierra eléctrica.


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