miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bodies

No la amaba: la idolatraba. Ella fingía no darse cuenta, disfrutando pudorosa del halago. Pero él deseaba que ella entendiera cuánto la quería. Por completo. Le enumeraba cada parte de ese todo que lo obsesionaba. Empezó haciendo listas de las virtudes de su alma. Ella reía, siempre escéptica ante lo abstracto. Nervioso ante la duda de quien le robaba el sueño, decidió ser más concreto y dibujó de memoria partes de su cuerpo para convencerla de la verosimilitud de su adoración. Unidas formaban el todo que le enloquecía. La respuesta: de nuevo esa incrédula sonrisa. ¿Por qué ella no se quería como la quería él? ¿Acaso no era consciente de su majestuoso cuerpo? Cada una de sus maravillosas piezas contribuía a ese arrebatador encanto. ¿Por qué no se daba cuenta?

Entonces supo la solución: analizándola de un modo más físico y preciso, le haría ver cada parte por entero. Ella no tendría más remedio que admitir su realidad. Así fue como él se compró su primera sierra eléctrica.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Papá Noel NO existe

tampoco los milagros; los deseos no se cumplen con champán, ni lencería roja; las compras no te llenan de amor, sino de deudas; se busca la perfección en lo efímero para no tener que fingir mucho; sonreír aburre...

Vale, no llores, tienes toda la razón del mundo, la magia no existe y tu infancia es una mentira argumentada con otra. Ahora que lo has superado, sécate los ojos y descubre el mundo. Los Reyes Magos nunca cambiarán, no moverán un dedo por nadie. Están muertos. Pero tú no! Toma el control de tu vida, levántate y manda! Y cuando sepas cuidarte, cuando no te hagas daño, entonces regala. Abrazos, si es posible. Y déjate regalar.


domingo, 19 de diciembre de 2010

verdad se escribe con V de viernes


bailar de lejos no es bailar.



seamos fieles al ritmo, recreemos nuestra melodía,
siempre



sábado, 27 de noviembre de 2010

go go go!




No permitas que la inmensidad de tus deseos te paralice!


sábado, 6 de noviembre de 2010

despierta!





el placer de los días está en sus mañanas


lunes, 11 de octubre de 2010

zZzZz...

Estamos dormidos.



Nuestros párpados nos despistan, creemos que abrirlos supone despertar.



Pero no. Seguimos dormidos.




miércoles, 29 de septiembre de 2010

Imposible parar lo que está quieto






Caminas. Pierna izquierda adelante, ahora la derecha. Te esfuerzas, primero, en mimar cada paso: es único. Éste también lo es. Y el siguiente. Hasta que te aburres de tantos cuidados y abandonas la individualización. Ahora no son más que trámites de tu andar. Tuyo, porque hay otros. Cada uno a su modo, con sus pasos, sus caprichos. Así que intentas apreciar las diferencias para no confundirte. Tú; éste; ése; aquél, que se acaba de convertir en ése, éste, tú. Pero tanto bucle te aburre y abandonas, de nuevo. Ahora tu andar es un trámite del movimiento, que gira en ángulo constante arrastrado de una inercia antigua, futura, quizás eterna. Y tú con él. Todo a un tempo. Sin cambios.

Dices que caminas, pero nada se mueve.





domingo, 26 de septiembre de 2010

ya está aquí

"...and you will know my name is the Lord when I lay my vengeance upon you!!!"


Hiver... vous n'êtes qu'un vilain !




lunes, 20 de septiembre de 2010

Doctora Jekyll



La libertad es la esclavitud

miércoles, 8 de septiembre de 2010

y para mañana, lluvia

era esto



y entonces amenazó con



pero, afortunadamente

_____:D_____




lunes, 6 de septiembre de 2010


parpadeo


volver
a irse.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Free Hugs

El párrafo 201 de la Guía de pasajeros advierte que el área 1224-1225 es especialment fría, por lo que la calefacción del tren no está suficientemente alta. Se advierte a los pasajeros que se abracen unos a otros para mantener el calor.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Constantinople





You have a nicely shaped buttocks.

viernes, 20 de agosto de 2010

folie à deux



ou à plusieurs

lunes, 16 de agosto de 2010

you're a crazy breed

I think I need to find a bigger place


'cause when you have more than you think


you need more space

domingo, 8 de agosto de 2010

¡¿Qué dirección...?!



...lo tengo demasiado claro.

miércoles, 4 de agosto de 2010

سمرة يا سمرة



... samra ...

jueves, 1 de julio de 2010

Pars, s'il le faut

Sur les dunes du Sahara...



...plus loin que la nuit et le jour...



...ne t'arrête pas.

lunes, 14 de junio de 2010

Tema con variaciones

Si prestamos poca atención, nos damos cuenta de que la mayor parte de todo es lo mismo. Los días empiezan y acaban en penumbra, las olas se van pero vuelven, los niños saltan para caer. Siempre se retoma el punto de partida. El ingenuo éxtasis del viernes está condenado al hastío dominical. No hay escapatoria, sólo repetición. Qué cutre es todo… ¿No? No. Por suerte, en gloriosas ocasiones, ocurre el milagro: tema con variaciones.

"- Comment peut-on vouloir lire soixante-quatre fois un roman?

- Si vous étiez très amoureuse, voudriez-vous ne passer qu’une nuit avec l’objet de votre passion? Le même texte ou le même désir peuvent donner lieu à tant de variations. Ce serait dommage de se limiter à une seule, surtout si la soixante-quatrième est la meilleure."

Mercure, Amélie Nothomb





Variaciones Goldberg, J. S. Bach

martes, 8 de junio de 2010

Créeme, Crémer...



... el mundo está bien hecho.


[Bowling for Columbine, Michael Moore]

lunes, 31 de mayo de 2010

ERES...

Giró la cabeza y vio la jeringuilla. Metadona emocional a su alcance. Comprendió que quería ser feliz. Un chute.

Cuando logró entender lo que le había dejado escrito, cuando le dio sentido a esas 4 letras que tantas veces le repitió

[…]

jueves, 27 de mayo de 2010

Exámenes

Esa luz… brilla, sí, yo lo decidí. Y ahora quiero atraparla y no me deja, es muy rápida. La creo y así me lo agradece, bailando en su risa intermitente. Se burla, sí, lo noto. Me reprocha hojas que no miro. Me ataca. A su paso, seductora, deslumbra. Una caricia suya y estás en evidencia. No se le escapa nada. Sabe demasiado. Tengo que matarla. Lo siento, lámpara, pero te apago. Que contigo desaparecerán mis apuntes.




Lía

miércoles, 19 de mayo de 2010

216

[Espacios en blanco]. Abrazos. Alfaro. Amar. Aprender. Bancos. Café. Cervezas. Crecer. Despedidas. Distancia (finita). Escuchar. Estrellas. Fe. Fotos. Fuerza. Isla. Locura. Madres. Miradas. Musicalidad. Orgullo. Reencuentros. Semper Fidelis. Silencio. Sol. Sonrisas. Tú. Universidad. Voluntariado


¿216 caracteres son capaces de definir a una persona? No lo creo, pero al menos lo intenté. ¿Os atrevéis a definiros con 216 de vuestros pedazos?

domingo, 16 de mayo de 2010

Tengo una mandarina

Semanas y un currículum. Lo sentimos, pero no; y un segundo. Este bucle ya no me marea, acostumbrada a su razonable inercia. Hasta le divertía el malabarismo diario de su cartera. ¿Que me apetece ir al cine? Siempre había algún amigo con dvd’s… o una mula. Por qué meterse en un bar, el sol se disfruta más en un banco. ¿Aeróbic 30€? Correr por el Antiguo no tiene precio. Incluso se había vuelto previsora, comida en el bolso.

Pero llegó el momento y no pudo pagar el billete. Todo se derrumbó. Estaba en una isla, una cárcel, la peor de todas: su casa. En las ventanas, barrotes. En las puertas, peaje. En el sótano, fantasmas. Quiso tener cierto dominio sobre la situación, así que se encerró en su cuarto. Al ritmo de las horas se enfrentaban hambre y apatía. Ya no quedan suelas de zapatos. De repente, un brillo. En el perchero había madurado un fruto, que ahora rodaba a sus pies. Al menos tengo una mandarina, sonrió. Una brisa, la ventana abierta. Y con ella, el horizonte. Parpadeó ante la luz que desvelaba la realidad de su dormitorio: estoy rodeada de principio.
Entonces supo que lo poseía todo.


Lía


jueves, 13 de mayo de 2010

Ojos que no son de este mundo

Miradas. Difíciles de entender, pero a su vez... expresan tantas cosas...

Sucedió todo muy rápido. El paseo nocturno, un desconocido, una mirada (otra más, pensó), cerrar los ojos y sentir un golpe. La calma durante la tormenta.

Cuando su madre se derrumbó al oír que estaba ingresado no sabía que nunca podría oírle decir cuanto la quería y agradecía sus cuidados. Todo se acabó con la noticia última: Síndrome de cautiverio.

En ese momento lo miró con todo el amor que solo ella podía albergar a esa parte de su ser que se encontraba atada a la cama. Vio sus ojos, que ella siempre creyó que no eran de este mundo, y en ellos solo pudo ver reflejada su esperanza por volver a sentirse abrazada por su hijo.

Fue en ese momento fugaz, lo que dura una mirada (¿otra más?), cuando ella quiso creer. Una sonrisa.

Isma

domingo, 9 de mayo de 2010

Apariencias


Hace sol. La acera quema un poco, pero se está bien. Siempre los espero aquí, sentada. ¡Tardan tanto…! El colegio de los niños queda lejos y el tráfico a estas horas es tremendo. ¡A saber dónde han aparcado! Menos mal que siempre llevo conmigo esta foto de los cuatro, me distrae. Además la casa sale muy elegante, y limpia. Se nos ve tan felices… La hicimos el año pasado, el día de la madre. Me regalaron un perfume y ese ramo de flores silvestres, las cogieron del jardín. Luego me invitaron a cenar… ¿adónde? Fuimos en coche, de eso me acuerdo. Y después… después… ¿Por qué tardan tanto? Ya no me gusta esta acera. Hace sol. Quizás debería ir a buscarlos… No, no, mejor espero aquí. Se habrán parado a comprar agua. Sí, debe de ser eso. Tendrán sed, yo al menos tengo mucha sed. Demasiado sol. ¿Dónde está mi foto? Aquí. ¡Qué felices salimos! Pero, ¿dónde cenamos? No importa, no importa… Ya llegan, seguro. Sólo tengo que esperar. Un poco más. Sólo un poco. Pero hace sol. La acera quema. ¡Y tengo tanta sed…!


¡Vaya día! Tanta reunión me mata. Mi presentación ha sido un éxito, desde luego. Lejos de la mediocridad de mi jefe. Pronto ocuparé su puesto. Pero ¡qué calor! ¡Aire acondicionado en las calles ya! Y, ¿esa señora? Ah, la borracha de siempre. Qué pesada con su “sed”. Y dicen no sé qué de un accidente de coche en el que lo perdió todo, menos la esperanza. Ya, y la decencia. La gente se lo cree todo. ¡Qué calor!

Lía

sábado, 8 de mayo de 2010

Positivismo

Nació, creció y a duras penas se relacionó en su tierna infancia. Siempre creyó que estaba destinado a hacer grandes cosas con su vida y a marcar un punto de inflexión en la historia, pero simplemente no se estimuló lo suficiente para conseguirlo antes de los 10 años. Adiós cohete a la luna.


La difícil adolescencia para él fue otro examen sin papel que superó ocultando sus fracasos, pero también sus éxitos. Si no era capaz de aceptar una derrota, no se merecía abrazar la victoria. Masoquismo emocional lo llamaron los pobres encefalogramas planos con más conocimiento que sentido común en sus abolladas cabezas.


Su época universitaria fue esplendorosa. No era un estudiante modélico, no siguió el camino impuesto por las clases, si no el de las personas. Un café a tiempo era más importante que una clase. Este era su pensamiento, él no necesitar leerse tratados literarios infalibles para convertirse en un pico de oro. No era su meta, tenía mas ambiciones de las que mostraba, mucho más allá del casa-coche-mujer y a esperar sentado a que la amiga de la guadaña llegase a llevárselo.


No era la mejor persona del mundo, pero tampoco la peor. Siempre creyó jugar en un tablero que había diseñado, dejando margen a la improvisación, pero sin pasarse. Arriesgarse no iba con él, pero no sabía que hay momentos en los que tienes que saltar al vacío sin saber si tienes que nadar o volar.


No sabía cantar, ni bailar, ni decir las constelaciones, ni consolar a una persona que llora más que con frases manidas. No era un sabio ni un ignorante, le gustaba navegar entre lo que consideraba normal y otros la locura, con opciones a mejorar pero sin permitirse empeorar.


Él era un chico azul.





Isma

Ajedrez

Y, contra todo pronóstico, ocurrió. Ya en su momento había tenido ciertas dudas sobre la calidad de la mercancía, pero la ilusión que le causaba embarcarse en su nuevo proyecto le apresuró demasiado a la hora de decidirse. Se había dejado guiar por su entusiasmo, como si la pasión fuera el seguro de vida de las elecciones. En fin, ahora debía encontrar una solución, no estaba dispuesto a cerrar la fábrica.

Todavía recordaba la agilidad con que sus manos curtidas tallaban las piezas, la atención que ponía en cada una de ellas para dejar impreso su carácter único. La ligereza del caballo, la agresividad del peón, la evanescencia del rey… nunca eran iguales. Cada tablero era un nuevo campo de batalla. La única constante era el jugador. Él era quien gobernaba el destino de su creación. Pero un fatídico día la pereza y la avaricia se aliaron y decidió fabricar en serie.

Las piezas se sucedían tan rápidamente que la materia prima estuvo a punto de agotarse. Así que, para poder seguir produciendo, decidió mezclarla con otra al 50%, con lo que el ritmo de gasto se reduciría a la mitad. Tan sólo encontró un proveedor que suministrara una materia similar. La diferencia era vital: la nueva mercancía, al contrario de la que acostumbraba a dominar, estaba dotada de cierta autonomía. De modo que el producto final poseería dos caras contradictorias y el tablero, dos enfrentamientos paralelos. Lejos de preocuparle, se le antojó divertido.

Existía la posibilidad de que el rostro despierto venciera en una pieza. La adquisición de una total independencia permite ignorar las órdenes del jugador. No obstante, razonó, la libertad en el tablero no es rentable. En medio de una guerra, para vivir se debe obedecer, seguir las normas que aseguran la victoria. Y una pieza nunca se plantea qué utilidad tiene ganar, en pleno combate siempre la domina el instinto de supervivencia. Es absurdo pensar en el suicidio de un peón.

Y, contra todo pronóstico, ocurrió. A punto de llegar a un cambio de pieza, el peón se negó a moverse y una encarnizada reina no dudó en comérselo. La partida siguió con fingida normalidad, pero las piezas intercambiaban calladas miradas de incomprensión. Finalmente, la pregunta del alfil rasgó el silencio: “¿Por qué, teniendo asegurada su continuidad mediante la metamorfosis, ha decidido morir?”. “¡Cobardía!”, sentenció la reina. Le temblaba el pulso. “Creo” expuso con tranquilidad el caballo “que no le encontraba sentido a lo que hacía, se sentía vacío. Lo único que le quedaba era él mismo. Y estaba a punto de perderse.”

Ante la terrible perspectiva del caos en su tablero, el jugador actuó rápidamente. Paralizó toda la producción de la fábrica: debía resolver el problema de raíz. Tras varios cálculos y cavilaciones, añadió una nueva sustancia a la mezcla que conseguiría que las nuevas piezas sospecharan en su vida la existencia de un sentido.

Funcionó bien, al menos al principio. Después de un tiempo, un rey se dejó morir, no sin antes pronunciar estar palabras: “Veros morir mientras huyo en soledad es el precio que tengo que pagar por el éxito. Si ese es el sentido de mi vida, ya no la quiero.”

La fábrica se detuvo el tiempo justo para añadir otro elemento a la fórmula. Las piezas de la nueva serie no sólo creían que su vida pudiera tener sentido, sino que lo “sabían”. Como al jugador no se le ocurrió ninguno que pudieran aceptar todas ellas (se estaba percatando de lo caprichosas que podían llegar a ser) decidió que no lo conocerían hasta el momento de su muerte y con la condición de retrasar ésta lo máximo posible comportándose correctamente en vida. Sólo entonces, una vez cumplidos todos sus deberes, obtendrían la recompensa final. “Sabían” que si actuaban por cuenta propia no harían más que perder tiempo y premio. El jugador sonrió satisfecho mientras contemplaba su Creación.

Lía



viernes, 7 de mayo de 2010

Crítica Woody Allen

Cuando oí las palabras “ciclo Woody Allen” un escalofrío me recorrió la espalda. Nunca fui muy dado a alabar a los iconos preestablecidos por el tiempo y la sociedad, en parte por mis prejuicios a idolatrar a personajes que mucha gente sigue por ser guay (perdón, cool queda mejor), entre los que se encuentra (o encontraba) Woody Allen y su cine.


Mis anteriores contactos con el cine del neoyorquino habían sido “La maldición del escorpión de Jade” (ni recuerdo de que iba) y una patética e infumable “Vicky Cristina Rollocelona”, así que los precedentes no eran demasiado halagüeños.


Primer intento. Annie Hall. Pulso el Play y BANG! Una película ágil y divertida, una disección de las relaciones de pareja con gags muy originales y divertidos y permitiéndose una moraleja final. Chapeau por el retaco escondido tras sus eternas gafas, me había conseguido callar. Esto si es el tan cacareado cine de Woody Allen, esto si merece la pena, esto si es una comedia a ratos, genialidad a tiempos marcados.


Segundo asalto. Manhattan. VO, blanco y negro. La cosa va por buen camino. Y dos de dos, Mr Allen. Con su tono marca de la casa va trazando una historia de amores y desamores que se mezcla con esos chistes y frases ingeniosas, que incluye referencias culturales para que poco después las desgranes en el buscador de turno, y deja patente quien es su amor de verdad, la ciudad de Nueva York, eterna protagonista en sus películas, invisible en los créditos. ¿Al nivel de Annie Hall? Supongo que en mi escala personal las pondría al mismo nivel.


Llega la joya de la corona. La película que conseguiría que me levantado a aplaudir en los créditos si la hubiese visto en el cine. Ladies and gentleman, Desmontando a Harry. O mejor dicho, análisis profundo de una persona en una hora y media. ¿Qué tiene esta película? Todo: los chistes y frases son más mordaces e irónicas que nunca, las reflexiones sobre uno mismo, el hombre desenfocado,… Sería mejor preguntarse que no tiene, pero para eso también hay respuesta: 30 minutos más de película para poder seguir disfrutando de verdadero cine. Si solo hubieses hecho esta película, para mí esa estatua en Uría seguiría siendo merecidísima.


Y ya por ultimo la película más actual de este ciclo, Misterioso asesinato en Manhattan. Un desarrollo original sobre un asesinato (¿o no?) y la peculiar búsqueda de la verdad de la mano de una intrépida Diane Keaton (para mí gana con los años esta mujer, he dicho) y un neurótico Woody que con el paso de la película gana en protagonismo y gracia. Pese a todo, de las cuatro películas expuestas es la que peor parada sale, quizás porque el resto de películas son “titanes de la filmografía” como diría algún crítico con ganas de tirar de topicazos. Aun así, recomendable para esas tardes que no tienes nada que hacer (o no hay ganas de hacer nada).


Como conclusión añadir que el señorito de metro y medio (aproximadamente), exitoso con las mujeres (al menos en sus películas) y terriblemente gracioso a su manera (el estilo Woody Allen, tienes que verlo para creerlo) ha conseguido quitarme los prejuicios sobre su cine, y eso vale mucho mas que todas las buenas puntuaciones que le puedan poner a sus películas en cualquier periódico o revista. Que bonito es poder callar bocas, ¿verdad Woody? Y que satisfactorio es poder abrirla para poder expresar otra vez que has hecho que me tenga que quitar el sombrero (cuando lo compre).


Isma


Gestos

“Tengo que confesarte algo. Ayer le di un euro a un hombre que pedía.” Miro fijamente a mi amigo para observar su reacción, aunque realmente la que me preocupa es la mía.

Hace un par de días, estaba con ese mismo amigo en unos bancos. Discutíamos sobre temas trascendentales, concretamente sobre la Game Boy SP, que yo declaraba inexistente con el claro propósito de provocar una apuesta que ya sabía ganada (obviamente no existe ninguna consola con ese nombre, sino que es Game Boy Advance SP). Tanto exageré en mis intentos de agitar su orgullo que acabó por ofenderse. Se levantó, se sentó solo en el banco de enfrente y procedió a su performance-vacile del día: con las piernas cruzadas y el rostro perdido y serio, colocó un puño sobre la sien. Sólo eso. No hizo falta esperar mucho. Toda persona, fuera mileurista o desafortunada, con clase o clasista, guapa o fea, que pasara a su lado le miraba entre extrañada y atemorizada. Vuelto el brazo a su posición habitual, vuelta la tranquilidad de los transeúntes. No querían enterarse de que mi amigo, terrorista o no, seguía siendo el mismo. Lo importante es guardar las formas y actuar según el convenio. Si es que no hay nada más lamentablemente habitual que la hipocresía de la gente, pensábamos. Salvo la propia.

Al día siguiente, mientras planeaba con una amiga infinitos viajes de ayuda, cambios e innovaciones con repercusión mundial, un hombre nos devolvió a la calle Uría. Según él, acaba de salir de comisaría, donde había recibido la mínima colaboración de los agentes, y necesitaba un poco de dinero para coger un bus a Gijón. Hasta ahí todo bien, era más que evidente la mentira. Una leve negación con la cabeza o la total indiferencia hubieran servido para seguir adelante con nuestros volátiles proyectos. Pero había algo en su mirada, en la cansada elaboración de su historieta infinita o tal vez en los charcos al pie de las tiendas, algo sucio y gastado quizás, que movió mi mano a rescatar una moneda solitaria en mi cartera para que acompañara a las de aquel hombre. Y así, como quien ve pasar escenas de su vida en el momento final, a mí se me sucedieron imágenes de gentes de bien, de posibles y horribles futuros a evitar: señoronas que compran porteros por un euro a la salida del súper, conductores que en los semáforos dejan ensuciar su parabrisas para limpiar su conciencia, padres que dan lecciones de caridad a sus hijos pagándole los vinos al mendigo…

La reacción de mi amigo no es la que esperaba. Le resta importancia al asunto, tildándome de exagerada, y cierra el tema con un “hay veces que no se puede evitar sentir pena.” Aburrida y cansada, como mi pobre, no insisto más. Sí, puede que sea cierto y haya gente que en determinados momentos nos dé pena. Quizás aquellos de quien menos sospechamos.


Lía

jueves, 6 de mayo de 2010

Caminos

Si alguna vez pierdes el norte
¡no desesperes!
Busca el sur, y cuando lo encuentres,
date la vuelta y sigue caminando.

Isma

Inglesadas de andar por casa

Cultura, la hermana pequeña de los grandes intereses de la amplia mayoría de la sociedad española. Y, dentro de ella, el inglés, un handicap para muchos españoles que, fieles a la tradición, nos empeñamos en ignorar y despreciar.

Actualmente, es común ver en las noticias o leer en los periódicos que el nivel de inglés de los españoles en muchos casos roza el ridículo. Nosotros, que presumimos de ser una potencia mundial, no sabemos chapurrear el idioma universal actual y, lo peor de todo, no le ponemos remedio. ¿Triste? Muchísimo. ¿Solución? Desde luego no se encuentra en la filosofía de “toros, fútbol, abajo lo que no conozca”.

En materia de educación, puede ser cierto que se den ciertos pasos en estos últimos años, por ejemplo, al implantar la asignatura de Inglés en niños cada vez más pequeños, pero esa no es la solución a una sociedad anclada en un conformismo que en muchos casos apesta. La gente que haya acabado sus estudios y que, sin embargo, no conoce más idioma que el materno, en un mercado laboral tan difícil como el de estos días, lo tendrá muy crudo para encontrar algo. Y viviendo en un mundo tan globalizado como el que nos venden, el conocimiento de otro idioma es casi vital. Y la resolución al problema no se encuentra en academias de inglés express (el inglés en 1000 palabras… me río yo) o en esperar a que cambien los tiempos y el español sea el idioma universal (algún ingenuo habrá que lo piense). Es necesario un cambio radical a todos los niveles, un cambio en la mentalidad de la gente.

Yo, como quiero y puedo, propongo soluciones de andar por casa para, minimamente, educarnos en el “language”. Por ejemplo, la posibilidad, ya que tenemos TDT y mil inventos modernos, de ver series y películas en versión original con subtítulos, para educar el oído y la mente. En esta línea no estaría mal que los cines reservaran una o dos salas para pasar películas en versión original. No digo que acabemos con el (loable en muchas ocasiones) trabajo de los dobladores, ya que en España ahora mismo creo que eso sería una debacle nacional, pero si se trata de dar oportunidades a todo aquel que quiera disfrutar de una película y, de paso, aprender. Siguiendo con las soluciones, la posibilidad de acceder a libros en otros idiomas debería estar más facilitada, no encontrarse recluida en un rincón de las librerías (pese a que comercialmente sea lo óptimo).

Y, por encima de todas estas soluciones, hace falta un cambio de actitud de 180 grados, un carácter que incluye menos mirarse el ombligo y creerse el centro del mundo y más ganas de aprender y ampliar horizontes. Pero esto queda en las manos de las nuevas generaciones y su capacidad para seleccionar en el DVD el idioma en el que quieran ver la ultima película de dibujos animados que los Reyes les traigan. Falta, como en muchas ocasiones, la fuerza de voluntad. Pero como eso no se compra…

En fin, soñar con los cambios es gratis, al menos de momento, y toca dejar volar la imaginación y escuchar a Belén Esteban gritar “I’m Muzzy, big Muzzy”. Sería divertido, aunque perdería parte de su valor educativo.

Isma

¿Y por qué?

“¿Y por qué?”. A punto de perder una discusión en la que está en juego una cena, utilizo mi comodín preferido. El sonoro suspiro de mi (se lo está replanteando) amigo y lo desesperado de su mirada celeste (en ciertas ocasiones su condición de ateo peligra) me indican que falta menos para saborear la victoria. Pero al tiempo que mi cartera se relaja mi frente se arruga. Aunque me pese, no gano por tener razón, discutíamos sobre algo de biología de lo que no tengo ni idea, sino porque nadie la tiene. En este caso, basta con esperar una evolución en los cachivaches de los científicos que permita un mayor estudio del tema o empezar un proyecto de investigación, lo que supone un montón de gente con sus ilusiones y expectativas comunes, compañerismo, competitividad, sueldo fijo… En definitiva, gente ocupada y feliz. Pero en temas menos sofisticados, más del día a día y, por ello, más inmediatamente importantes, no hay solución válida ni errónea, simplemente nadie tiene razón. Y qué, ¿está mal? No, no es eso lo que me preocupa, a fin de cuentas puede que sea un alivio saber que hay cosas que no son seguro, sino tal vez, que somos libres y demás. Lo que me inquieta es que sea tan habitual y rápido convencerse los unos a los otros. Y engañarse. Nos encontramos, por ejemplo, ante el frecuente binomio listillo- asustadizo, cuya elevación de barbilla es inversamente proporcional al número de amigos, y le hablamos de “Harry Kembel, inventor del paraguas”. Ante la presión de los ¿no lo conoces?, ¿cómo no vas a saberlo?, ¿de verdad?, ¡no puedo creerlo! combinados con miradas de desconfianza hacia su sabiduría impoluta, es bastante probable que acabemos sacándole un “ah, ya me acuerdo” o “es verdad, lo leí hace tiempo”. Efectivamente, la entrada “Harry Kembel” no aparece en Google.
Peor aún es cuando el culpable no es el orgullo sino el cansancio y la pereza. Entonces nos acomodamos a que sea el resto quien invente por nosotros. Nos aburre defender nuestros argumentos, bostezamos ante el desarrollo de los ajenos y, para evitarnos molestias, abanderamos la pasividad. A veces, esta pasividad interior hace que se intenten imponer las ideas supuestamente propias e inamovibles al resto, por eso de que le dejen a una tranquila. Suele manifestarse en imperativos negativos, que por lo general son contraproducentes, ya que hacen que los receptores nos reafirmemos en nuestra teoría e impulsemos aun más nuestra iniciativa. Y es que, como me confió una pared de Logroño, los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo.

Lía


miércoles, 5 de mayo de 2010

Yo secuestré al novio de Falete

Domingo, 13 p.m. Tras el apoyo incondicional de las tostadas y el café, un lánguido bostezo me guía a mi habitación. Aparto los tacones y el rimel lloroso. Dejo que el portátil se desperece conmigo. Busco mi cámara en el mercado persa que se extiende por armario-suelo-silla-cama. La SD cuchichea en píxeles con el ordenador, cotillean sobre el sábado. Subo al Facebook fotos con muchos “xD” y “joe, tía” y “vaya LOL” y “jajaja”. Me río, creo, y el ratón me guía a la aplicación del Farmville, mi granja virtual. Hago varias veces clic en “harvest”, “plow” y “seed”. He plantado “blueberries”, así que en cuatro horas tengo que volver a recolectar. Entro en la pestaña de inicio, donde aparecen las novedades de mis amigos, y veo que uno se ha hecho admirador del grupo “Ayudemos a Haití desde España”. Por un momento me siento rara. Mal por el recuerdo de la catástrofe de lejos cercana y bien por lo que parece ser el forjamiento de una conexión entre todos, la injusticia parece despertar esa conciencia solidaria que nos une impulsándonos a reaccionar, a vivir. Soy consciente de la inutilidad del grupo, de poco o nada sirve ingresar un euro a una cuenta sospechosamente no identificada que se publicita en una red social no precisamente seria, pero que 127 usuarios hayan invertido unos segundos en unirse parece un dato esperanzador. Me imagino acompañada de mi amigo, de mil desconocidos, en unas interminables colas de voluntarios; impulsando aviones repletos de manos que acuden a otras manos; desenterrando voces; reinventado casas, padres, un parque; ordenando neveras con comida del cielo; sustituyendo un “¿y ahora qué?” por “ya mejora”; más aviones… y, de repente, me estrello. Mi amigo acaba de hacerse admirador del grupo “Yo secuestré al novio de Falete”.

Me encojo de hombros y sigo navegando, al fin y al cabo no hay que dejar que el nivel de hipocresía decaiga, mientras pienso vagamente en lo que no hago. Un grupo de Facebook me ayuda a concretar: “Yo también quiero viajar por el mundo”. Entonces mi mente vuelve a perderse en imágenes, esta vez con escenario en África. Juego con unos niños en un patio arenoso. Entre empujones y risas, uno de ellos se cae y se hace un rasguño. Con el agua de la fuente y un tono medio reprobatorio, le lavo la herida. Rápido, que ya es la hora. Nos encontramos con la puerta del aula cerrada. Qué extraño. Busco en mi bolso la llave, todos los profesores tienen una. Al girarla, se rompe. Abrazo al pequeño sin saber cómo mentirle que no hay nada que temer, que todo va a ir bien. Me encuentro con una mirada ahogada en cansancio. De pronto, sonríe torpemente y se separa de mí. “No te preocupes”, se despide. Intento llamarle, pero sólo tecleo. Anular “x”, corazón “D”.


Lía

Letra W


La letra W estaba sola,
marginada por sus hermanastras.
Desde sus sillones se mofaban
de su condición foránea.

“Why?”, se preguntaba ella
en sus largas noches en un bar
bebiendo whisky, tratando de olvidar
la maldición de ser siamesa.

Un día, alguien la abrazó.
“Who?”. La respuesta le hizo sonreír: LLo.

Dedicado a la letra W por no disponer de sitio en la Real Academia de la Lengua ni grupo de Facebook, pero sobre todo a la gente que se siente W pero que confía en encontrar su LL.

(Poema original en los comentarios)

Isma