jueves, 6 de mayo de 2010

Inglesadas de andar por casa

Cultura, la hermana pequeña de los grandes intereses de la amplia mayoría de la sociedad española. Y, dentro de ella, el inglés, un handicap para muchos españoles que, fieles a la tradición, nos empeñamos en ignorar y despreciar.

Actualmente, es común ver en las noticias o leer en los periódicos que el nivel de inglés de los españoles en muchos casos roza el ridículo. Nosotros, que presumimos de ser una potencia mundial, no sabemos chapurrear el idioma universal actual y, lo peor de todo, no le ponemos remedio. ¿Triste? Muchísimo. ¿Solución? Desde luego no se encuentra en la filosofía de “toros, fútbol, abajo lo que no conozca”.

En materia de educación, puede ser cierto que se den ciertos pasos en estos últimos años, por ejemplo, al implantar la asignatura de Inglés en niños cada vez más pequeños, pero esa no es la solución a una sociedad anclada en un conformismo que en muchos casos apesta. La gente que haya acabado sus estudios y que, sin embargo, no conoce más idioma que el materno, en un mercado laboral tan difícil como el de estos días, lo tendrá muy crudo para encontrar algo. Y viviendo en un mundo tan globalizado como el que nos venden, el conocimiento de otro idioma es casi vital. Y la resolución al problema no se encuentra en academias de inglés express (el inglés en 1000 palabras… me río yo) o en esperar a que cambien los tiempos y el español sea el idioma universal (algún ingenuo habrá que lo piense). Es necesario un cambio radical a todos los niveles, un cambio en la mentalidad de la gente.

Yo, como quiero y puedo, propongo soluciones de andar por casa para, minimamente, educarnos en el “language”. Por ejemplo, la posibilidad, ya que tenemos TDT y mil inventos modernos, de ver series y películas en versión original con subtítulos, para educar el oído y la mente. En esta línea no estaría mal que los cines reservaran una o dos salas para pasar películas en versión original. No digo que acabemos con el (loable en muchas ocasiones) trabajo de los dobladores, ya que en España ahora mismo creo que eso sería una debacle nacional, pero si se trata de dar oportunidades a todo aquel que quiera disfrutar de una película y, de paso, aprender. Siguiendo con las soluciones, la posibilidad de acceder a libros en otros idiomas debería estar más facilitada, no encontrarse recluida en un rincón de las librerías (pese a que comercialmente sea lo óptimo).

Y, por encima de todas estas soluciones, hace falta un cambio de actitud de 180 grados, un carácter que incluye menos mirarse el ombligo y creerse el centro del mundo y más ganas de aprender y ampliar horizontes. Pero esto queda en las manos de las nuevas generaciones y su capacidad para seleccionar en el DVD el idioma en el que quieran ver la ultima película de dibujos animados que los Reyes les traigan. Falta, como en muchas ocasiones, la fuerza de voluntad. Pero como eso no se compra…

En fin, soñar con los cambios es gratis, al menos de momento, y toca dejar volar la imaginación y escuchar a Belén Esteban gritar “I’m Muzzy, big Muzzy”. Sería divertido, aunque perdería parte de su valor educativo.

Isma

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