sábado, 8 de mayo de 2010

Positivismo

Nació, creció y a duras penas se relacionó en su tierna infancia. Siempre creyó que estaba destinado a hacer grandes cosas con su vida y a marcar un punto de inflexión en la historia, pero simplemente no se estimuló lo suficiente para conseguirlo antes de los 10 años. Adiós cohete a la luna.


La difícil adolescencia para él fue otro examen sin papel que superó ocultando sus fracasos, pero también sus éxitos. Si no era capaz de aceptar una derrota, no se merecía abrazar la victoria. Masoquismo emocional lo llamaron los pobres encefalogramas planos con más conocimiento que sentido común en sus abolladas cabezas.


Su época universitaria fue esplendorosa. No era un estudiante modélico, no siguió el camino impuesto por las clases, si no el de las personas. Un café a tiempo era más importante que una clase. Este era su pensamiento, él no necesitar leerse tratados literarios infalibles para convertirse en un pico de oro. No era su meta, tenía mas ambiciones de las que mostraba, mucho más allá del casa-coche-mujer y a esperar sentado a que la amiga de la guadaña llegase a llevárselo.


No era la mejor persona del mundo, pero tampoco la peor. Siempre creyó jugar en un tablero que había diseñado, dejando margen a la improvisación, pero sin pasarse. Arriesgarse no iba con él, pero no sabía que hay momentos en los que tienes que saltar al vacío sin saber si tienes que nadar o volar.


No sabía cantar, ni bailar, ni decir las constelaciones, ni consolar a una persona que llora más que con frases manidas. No era un sabio ni un ignorante, le gustaba navegar entre lo que consideraba normal y otros la locura, con opciones a mejorar pero sin permitirse empeorar.


Él era un chico azul.





Isma

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