domingo, 16 de enero de 2011

my baby just cares for me



La sombra se iluminó. Era la quinta vez aquella noche. Se había visto obligada a dormir en el cuartucho de las criadas. Desde hacía varios días, una oleada de robos sembraba el pánico en el barrio y según su marido, ése era el cuarto más seguro de la mansión, puesto que ningún ladrón se molestaría en registrarlo. Pero aquel parpadeo repentino le ponía nerviosa. ¿Era el reflejo de la luna? ¿O tal vez una linterna husmeadora? No, su imaginación le estaba jugando una mala pasada, seguro. Y entonces se sumó un crujir lánguido de madera vieja. Se sobresaltó. Alguien se acercaba a la puerta con sigilo. Un tintineo. El rasgar de la cerradura. No abre. Prueban con otra llave. Y otra. Al miedo le siguió el pánico. ¿Por qué? ¿Por qué tienen que entrar aquí? ¿Es que no me pueden dejar tranquila? Se precipitó hacia la ventana, pero no logró abrirla. ¿Qué ocurre? ¿Dónde están mis zapatos? Mi marido me ha engañado, ¡esto es una trampa! Entonces, se le ocurrió una brillante idea: golpearía las paredes con todos los objetos de la sala, algo lograría. Soltó una carcajada triunfante y se dispuso a buscar, pero… ¿quién se había llevado las sillas? ¿Y el tocador? ¿Dónde estaba el armario? Giró sobre si misma, desorientada, descubriendo que no había más que una humilde cama. ¿Pero qué es esto? ¡Él ha pensado en todo! ¡Y decía que era por mi bien! La llave correcta empezó a girar. Pues si hace falta, ¡lo intentaré con mis propias manos! Con todas sus fuerzas y llantos, golpeó sus puños contra las paredes, sin importarle las heridas, una y otra vez. Algo fallaba. No sentía dolor. No, aquella pared no era… ¡qué raro!

El médico dejó pasar primero al enfermero quien, jeringuilla en mano, corría a aliviar el nuevo brote de histeria de la paciente.


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